26 de febrero de 2011

Abusos menores se originan en hogares violentos

La violencia y los abusos a menores en nuestro país es un problema de nunca acabar y aunque resulte difícil y penoso decirlo, cada día las agresiones físicas y sicológicas están arropando a la población, porque las instituciones del Estado creadas para disminuir esa problemática no cumplen con su rol de brindar adecuada protección a los niños, niñas y adolescentes ni mucho menos frenar las actuaciones de los adultos.
Incluso, da la apariencia de que no existe siquiera ni la mínima preocupación o iniciativa de parte de las autoridades dominicanas para aplacar este mal, que mucho daño está causando a la sociedad y que da como resultados madres y padres muertos o en las prisiones, así como hijos huérfanos de uno o de ambos, o desamparados porque privados de la vida o de su libertad, no pueden ser cuidados y no les queda más que irse a las calles.
Los abusos contra menores van desde los simples maltratos y violaciones hasta los crímenes, y cuando han logrado sobrevivir a la violencia doméstica, son muchos los que a los pocos años mueren en las calles porque las instituciones creadas para velar por ese problema social tampoco cuentan con personal humano calificado ni logística adecuada para brindarles las necesarias orientaciones y protección.
Incluso, esas entidades oficiales y no gubernamentales incluso, sólo actúan bajo presión social cuando se denuncian tráfico de niños y niñas con todos los fines, para explotarlos laboral o sexualmente en condiciones de esclavitud y, en ocasiones, cuando se denuncia que la vulnerabilidad de los menores explotados ante tales abusos depende de otros aspectos de su identidad, como él genero, la situación socio-económica y el nivel educativo, las últimas de las cuales tampoco pueden resolver las autoridades.
Se ha “rete” comprobado que los abusos contra menores se pueden clasificar como físico, sexual o de negligencia y en el caso de la última clasificación, es mas bien, didáctica, pues por lo general se dan agrupados, unos llegan a las prácticas de otros y su impacto es devastador en términos de sociedad.
Ejemplo es que el Departamento de Delitos Sexuales recibe a diario denuncias y querellas de menores que han sufrido violencia intrafamiliar y que han sido abusados sexualmente, tanto por familiares cercanos, como por vecinos y por desconocidos. En este delito social las autoridades tienen cierto éxito, no en cuanto a prevenir el delito, sino en cuanto al castigo de abusones, pues a los fiscales y a la Policía les resulta fácil arrestar al pariente o al vecino de las víctimas y un poco más difícil a los desconocidos, porque se les dificulta obtener informaciones sobre ellos y porque estos cambian de escenario, a sabiendas de que serán perseguidos.
Las formas de agresiones violentas que se presentan en nuestro país, tanto física como sicológica, incluyen un sin número de situaciones que van desde la falta de salud, educación y vivienda hasta la recreación, que en el país tienen todas sus dificultades, porque en el caso de las familias de más bajos ingresos, tienen muchas dificultades para recibir dignamente esos servicios y en el caso de la recreación, a un padre y a una madre pobres les resulta cuesta arriba pagar transporte para desplazarse hacia los lugares públicos de recreación, porque ese dinero lo necesitan para comprar alimentos.
Conforme a una de las tantas definiciones del término violencia se dice que es el uso de la fuerza para doblegar la voluntad de “otros” y que es una forma de ejercicio de poder mediante la amenaza o uso de la fuerza, que en el caso de los hijos menores de edad son recibidos, incluso, de parte de los propios padres que no razonan por falta de educación y agobiados por los tantos problemas como falta de techo propio, falta de empleo, deudas acumuladas, etc.
En cuanto al maltrato infantil, se define como toda acción o inacción física, emocional o sexual que se dirigen contra la integridad física y/o psicológica del niño/a los responsables de su desarrollo.
Entrevistada sobre esta temática, la directora del departamento de Delitos Sexuales, Paola Vásquez, explicó que luego que inician un proceso o caso en particular, lo que se hace es recabar todas las informaciones del caso que se está investigando del menor abusado y que “lo que se hace con esos niños depende del tipo penal del proceso y son sometidos a evaluaciones médicas, ginecológicas y psicológicas forenses, pues asimismo se continúa con la investigación”.
Sobre los casos de tipo penal que llegan a la justicia, la doctora Vásquez citó el acoso sexual, la seducción, la agresión sexual, violación sexual, que es cuando se da la penetración, , la exposición de órganos genitales y la exhibición actos sexuales ante los ojos de los menores.
“El tipo penal de penetración de cualquier victima de agresión sexual de violación es evaluada física y psicológicamente y siempre son remitidas a terapias psicológicas y el tiempo todo depende de la víctima. Eso es manejado a través de los centros que tienen la Fiscalía del Distrito Nacional”, explicó.
Añadió que las víctimas son luego referidas para que sean tratadas en terapias que pueden ser en grupos, como individual o familiar.
Dijo que en el caso particular del incesto, debido a que se da directamente en el seno familiar, cuando la víctima está en la vulnerabilidad, lo que se hace es sacarla del hogar y referirla al centro del Consejo Nacional para la Niñez, Conani, hasta que el peligro para el menor haya desaparecido, cuando entonces es integrado a su hogar o mandado a un hogar “de paso”.
“Para fortalecer la integridad de la familia sin ninguna violencia debemos prohibir todas la formas de violencia, promover servicios de recuperación, crear sistemas de denuncias, mejorar la capacidad de quienes trabajan con niños y sobre todo, poner fin a la impunidad”, explicó Vásquez.
LAS ESTADISTICAS
Durante el 2010 se presentaron 7,114 denuncias en las fiscalías barriales del Distrito Nacional, en las que se estableció que el 19 por ciento de mujeres son amenazadas, el 41 por ciento son por maltratos psicológicos como verbales y el 40 por ciento, por violencia física.
Las cifras también indican que la forma más común de violencia contra la mujer se da en el hogar o en la familia, donde los hombres patean, muerden, abofetean, les dan trompadas, estrangulan o tratan de estrangular a sus esposas o compañeras, aunque estos casos tan frecuentes no trascienden, porque las vecindades sólo llaman a las autoridades cuando hay muertos, pues todavía muchos tienen por principio que en pleito de marido y mujer nadie se debe meter.
Otros casos que también son silenciados tanto por las víctimas como por los testigos, son el sexo con violencia y las quemaduras o lanzamiento de ácido en el cuerpo, problema de tipo social que trasciende cuando el delito reviste carácter de gravedad en la victima y tiene que ser llevada a un hospital para salvarle la vida, cuando entonces actúa la Policía.
Otro modo de violencia es el maltrato físico y lo más grave aún es cuando algunas mujeres pueden llegar a creer que se lo merecen por alguna acción equivoca de su parte, mientras otras se abstienen de hablar sobre el maltrato porque temen que su compañero las lastime aun más en represalia por revelar "secretos familiares", por avergonzarse de su situación o porque al ser denunciado, las autoridades toman represalias y resulta encarcelado aunque sea por poco tiempo. En este último caso, muchas mujeres temen que la situación llegue a ese extremo, porque tras ser puesto en libertad, el agresor puede aumentar la intensidad del castigo, e incluso, matarlas, a sabiendas de que la experiencia demuestra que tampoco reciben la debida protección de las autoridades ante las cuales han acudido.
También figura la violación en una relación íntima que es admitida por muchas mujeres, pues en algunas sociedades, la mujer no define el coito forzado como una violación si está casada o vive con el agresor.
En cuanto a la violencia sicológica o mental incluye maltrato verbal en forma repetida, acoso, reclusión y privación de los recursos físicos, financieros y personales, insultos incesantes y la tiranía que constituyen el maltrato emocional quizá sean más dolorosos que los ataques físicos, porque socavan eficazmente la seguridad y la confianza de la mujer en sí misma. Este tipo de violencia no deja rastros, por lo que los agresores tampoco reciben el debido castigo de las autoridades.
La mujeres bajo frecuente custodia, las que ingresan a las prisiones también ya han sido víctimas de violencia y en el caso de ya presas, la violencia contra la mujer recluida en instituciones y prisiones puede ser generalizada.
elnuevodiario.com

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